salud alternativa

La cuestión de la salud en Villa de Merlo se está tratando en los más altos niveles del gobierno provincial. Según se pudo saber, en la última visita del gobernador, Claudio Poggi, a la ciudad se dejó entrever una alternativa para mejorar de manera ágil y eficiente la atención de la salud en Merlo, en un esfuerzo conjunto entre privados y estado.

Vivimos en una sociedad que nos demanda mucho, nos exige ser productivos, exitosos, estar ocupados, todo esto crea competencia y competir estresa, ¡el mundo va muy rápido y nosotros también! No nos detenemos a observarnos, sentirnos, conocernos, a contemplar la naturaleza. Pues ahí están las respuestas porque lo que pasa en ella, pasa en nosotros y sin esto, no hay conciencia, no hay cómo darnos cuenta de nosotros y del mundo porque nos gana la prisa, y la prisa es miedo y vivir con miedo y control produce ¡más estrés!

Por ese lado, la película se relaciona con las teorías disidentes sobre el SIDA, que han cuestionado reiteradamente la relación monocausal entre el virus (cuya existencia, en algunas posiciones extremas, incluso se niega) y la enfermedad, y que forzó a la corporación médico-farmacológica a una pomposa “Declaración de Durban” en 2000, que fue refutada punto por punto por los disidentes.

En nuestro país, además, el Dr. Alfonsín nos legó la ley 23.661/ 89, que crea el Sistema Nacional del Seguro de Salud, cuya reglamentación dio origen al Plan Médico Obligatorio, que obliga a los prestadores de salud a distribuir gratuitamente los antirretrovirales, reforzado por la ley de genéricos de 2002, lo que minimiza la cantidad de rehenes y víctimas que quedan en las batallas campales del sistema de patentes.Si alguien todavía dudas sobre por qué la economía norteamericana no es amiga de la argentina, acá tendrá una pista para seguir. 

Dallas Buyers Club (El club de los desahuciados, 2013) es una película extraordinaria que seguramente les dará a los actores principales (Matthew McConaughey y Jared Leto) los premios que se merecen por sus performances, pero que, sobre todo, obligará a los espectadores más educados a discutir sobre las relaciones complejas y nunca demasiado claras entre la medicina y la industria farmacológica (y, naturalmente, los enfermos).

La película muestra, por un lado, una escandalosa indiferencia de los médicos en relación con sus pacientes (“Tiene un mes de vida, ponga sus asuntos en orden”, le dice el abominable Dr. Sevard a Ron Woodroof, el paciente al que acaba de diagnosticar como portador de HIV en 1986 y que morirá recién en 1992) y, en segundo término, una extraña complacencia en relación con los medicamentos que la FDA aprueba como tratamiento legítimo, el AZT, sobre cuya toxicidad ya se sabe tanto que muchos dicen que el AZT es la causa principal del SIDA (al menos, de varias de las enfermedades que terminan sufriendo los portadores de HIV: daños hepáticos, desórdenes musculares, lipodistrofia, anemia y supresión de la médula ósea, destrucción de los linfocitos T4).

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